
La pregunta que prevalece es ¿los líderes nacen o se hacen? Francisco Gil Villegas[1] plantea que se puede interpretar y analizar el liderazgo desde dos perspectivas: 1) como cualidad personal del líder, o 2) como una función dentro de una organización, comunidad o sociedad. Si bien se lo definía como la primera definición, esto ha cambiado a partir de la teoría de las organizaciones y de la administración, predominando la concepción como una función dentro de las mismas. Esta perspectiva no enfatiza las características ni el comportamiento del líder, sino las circunstancias sobre las cuales grupos de personas integran y organizan sus actividades hacia objetivos, y sobre la forma de la función del liderazgo es analizado en términos de una relación dinámica.
Concibiendo esta perspectiva, el líder es el resultado de las necesidades de un grupo; en términos operativos, un grupo tiende a actuar o hablar a través de uno de sus miembros, ante la imposibilidad de que todos lo hagan. La necesidad se torna evidente y real en la medida que los objetivos del grupo se tornan más amplios y complejos. La necesidad de elección radica en considerarlo como un instrumento del grupo para lograr sus objetivos, donde sus habilidades personales son valoradas en la medida que le son útiles al grupo. Sin embargo, el líder no lo es por su capacidad o habilidad en sí mismas, sino porque estas características son percibidas por el grupo como las necesarias para lograr el objetivo, debiendo ser analizado en términos de su función dentro del mismo. Adquiere status al lograr que el grupo logre sus metas distribuyendo el poder y la responsabilidad entre los miembros, jugando un papel relevante en la toma de decisiones como en el apoyo que logra.
Para De Pree[2], el líder influye directamente en la cultura organizacional asumiendo cuatro roles críticos: a) ser un visionario, elaborando la visión, misión y dirección de la empresa; b) ser un creador de equipos, ubicando las personas correctas en los lugares correctos del equipo de liderazgo de nivel superior; c) ser un símbolo vivo, que hará lo que predica de un modo visible; y d) ser una persona decisoria, que afrontará las cuestiones difíciles, discerniendo sobre los desafíos que presente el ambiente, tomando decisiones duras y los cambios profundos que considere necesarios. En línea con esto, Albretch[3] considera que el líder debe ayudar a comprender el valor que tiene para ellos y la contribución que ellos pueden realizar, canalizando su compromiso con metas que valgan la pena.
Fuente:
Stilman, F. (2001). Liderazgo y cultura organizacional. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Económicas. Escuela de Estudios de Posgrado.
[1] Gil Villegas, Francisco. Liderazgo. Editorial Instituto de Capacitación Política, Ciudad de México, 1990.
[2] De Pree, Max, El liderazgo es un arte. Hacia una organización más humana, participativa y creativa. Editorial Vergara. Buenos Aires, 1993.
[3] Albretch, Karl, La misión de la Empresa. Editorial Paidos, Barcelona, 1996.
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